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Un futuro sin mi gran pasión desde niña: El piragüismo
Iban pasando los días, y mis tratamientos seguían dándome tregua, había ya pasado la mitad de mi tratamiento de quimio, (fueron un total de ocho sesiones) y salvo por los picores en mi piel, concretamente en mi cabeza, bueno y por algún episodio de diarreas, todo fluía genial, contra todo pronóstico de lo que intuí en un principio por el desconocimiento a qué te vas a enfrentar cuando te dicen que tienes Cáncer.
La quimio me permitió seguir disfrutando en el gimnasio, pude seguir entrenando, algo primordial para que yo me sienta bien y fuerte. Iba a las consultas con mi oncóloga cada 21 días y todo marchaba según lo previsto. Mis defensas estaban al nivel deseado para recibir cada tratamiento de quimio que iba haciendo el efecto esperado contra mi alien. Tampoco pregunté mucho en las consultas, aunque era consciente de la enfermedad que estaba afrontando, me bastaba con escuchar que todo iba bien.
Supongo que cada persona vive de manera muy diferente el día a día y hay quien necesita saber cada detalle, pero en mi caso sólo quería saber que mi cuerpo respondía al tratamiento. Ahora soy consciente de que viví la mayor parte del tiempo como si esa enfermedad no existiese en mi cuerpo y por eso supongo que no me preocupé por saber de ella con detenimiento. Sabía que era parte de mí pero sin condicionarme.
Si me preguntan cómo lo hice no sabría responder. No sabría decir si mi positividad y mi alegría eran el resultado de no sufrir efectos secundarios y comprobar que fue todo muy fácil de soportar o si mi positividad ante esta realidad que tenía que vivir fue la que me hizo estar tan bien físicamente. Me gustaría saber la causa de mi bienestar físico y anímico para que mi experiencia pudiese servir a que otros pacientes viviesen la enfermedad del mismo modo que yo. Lógicamente fue primordial que no hubiese complicaciones graves. Al menos para mí no fue grave pasar por dos intervenciones quirúrgicas de forma seguida, ya que fue necesario hacer una ampliación de márgenes porque quedó algo de alien tras la primera intervención. Salvo ese episodio inesperado de tener que intervenirme en dos ocasiones, el resto fue según lo esperado.
Pero sí hubo un día que sí recordaré como triste. Había algo que sí me preocupaba y me agobiaba, así que un día de consulta de oncólogo y de tratamiento decidí preguntar acerca de algo que me afectaría en el futuro. Además de tener afectada la mama izquierda, también tenía ganglios del brazo dañados y me preocupaba el no poder seguir practicando el deporte por el que había sentido pasión desde niña, en el que competí desde pequeña, y al que volví a los cuarenta y tantos para volver a competir de nuevo, el piragüismo.
Mi futuro con el piragüismo
Se supone que si hay ganglios afectados, tienen que extirparlos y el brazo afectado se queda sin fuerza, además de que te prohíben cualquier tipo de esfuerzo, de peso. Además la información que pude recabar respecto a los efectos de la extirpación eran desoladoras para alguien que utiliza la potencia de sus brazos en su día a día. Remar y extirpación de ganglios son un binomio imposible.
Aunque me rondó la preocupación desde el principio no me atreví a preguntar directamente al oncólogo hasta la mitad de mi tratamiento; Parecía que quería retrasar conocer la noticia directamente de mi médico. Yo ya sabía la respuesta pero siempre me quedaba la esperanza de que los avances de la ciencia dijeran algo diferente al respecto. Pregunté sin rodeos ¿Podré hacer piragüismo después de la operación?. Mi oncóloga me miró con cara de Póker, supongo que la mayoría de pacientes preguntan por cuestiones acerca de la enfermedad en sí, pero yo pensaba en el futuro, y no en la enfermedad. Pensaba si podría hacer lo mismo de siempre. No será una pregunta habitual por parte de un paciente oncológico pero personalmente era algo que necesitaba oír.
Mi oncóloga fue tajante, no titubeó ni me dijo quizás. Su respuesta fue clara y concisa; No podrás volver a remar. A pesar de esperar esa respuesta me sentó como la peor de las noticias, aguanté la compostura ante ella, pero una vez salí de la consulta para entrar a la sala de día y recibir mi sesión de quimio, las lagrimas recorrían mis mejillas sin parar. Mi hermano se enfadó conmigo y me dijo que me dejara de tonterías, que era muy vieja para tener tantos pájaros en la cabeza. Para alguien que no es deportista, llorar por no poder volver a practicar tu deporte favorito ante una grave enfermedad resultará una reacción tonta y exagerada, pero para mí era importante, mucho más de lo que podía imaginar. Supe lo importante que era para mí en el momento en que me dijeron en que no podría volver a remar. Cierto es que no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. No supe ver lo que me gustaba el piragüismo hasta ese momento. Como ya he contando casi siempre coincides con los mismos pacientes en tu sesión de quimio, así que algunos de mis compañeros de quimio me preguntaron la causa de mi llanto, pensaban que el oncólogo me habría dado noticias desalentadoras acerca de mi enfermedad, así que también se extrañaron cuando les conté el motivo de mis lagrimas.
Para mí el momento era doloroso y era la peor de las noticias, pero recordaré siempre la conversación con una de las mujeres que ya conocía, la cual me comentó que eso no era motivo de lagrimas, que a otra chica más joven que yo le acababan de decir que le iban a quitar el útero y las mamas. Me sentí mal por el hecho de haber llorado a lagrima viva por eso. Me di cuenta que esta enfermedad no es tan benévola como lo estaba siendo conmigo. Yo era una afortunada, me sentí avergonzada y poco empática con los demás pacientes que sí tenían consecuencias más graves que las mías. No lloré más y me centré en pensar en lo positivo. Sólo hace falta pararse a conocer la historia de alguien que comparte contigo sala de tratamientos para saber que el motivo de mi tristeza era algo sin trascendencia.
Pero no se me olvidaron mis ansias de remar, de volver a sentir la sensación de plenitud que me da cada palada. Ver la belleza de Sevilla desde la perspectiva diferente y extraordinaria que te ofrece estar en tu piragua en el río. No quería rendirme y a pesar de las opiniones de los médicos, no quería tirar la toalla. Después de la intervención y meses después el dolor en el brazo me dibujaba un futuro alejado de la piragua. Si el dolor era mi compañero diario sin hacer ningún tipo de esfuerzo me parecía impensable que mi brazo fuese capaz de tener la fuerza para palear. No obstante cuando el dolor era algo más moderado volví a hacer pesas en el gimnasio porque un brazo fuerte es la base para poder pensar en volver a remar. La primera intervención fue en Septiembre del 2016, ya ha pasado mucho tiempo y el dolor en el brazo no se ha ido, sigue siendo mi compañero, pero se convierte en algo tan cotidiano que te acostumbras y no piensas en ello. He seguido haciendo pesas porque me niego a perder mi movilidad y mi fuerza. Siempre pienso que volveré a remar, quizás no pueda competir, tampoco me obsesiono por eso, pero sí remar por el simple hecho de disfrutar, aunque no sienta la adrenalina de la competición. Para mí es un reto, un límite que superar y una motivación para superarme día a día. Hoy día se une el dolor del brazo con los dolores horribles de huesos consecuencia del tratamiento postquimio, tamoxifeno, que tengo que tomar durante cinco años.
No será fácil, pero mi padre me enseñó que lo imposible se puede convertir en realidad. Hoy día puedo decir orgullosa que, aunque no he remado en piragua, sí que lo he hecho en barco dragón, embarcación en la que utilizo mucho más la fuerza en uno de los brazos. He remado y he llegado a competir en dicha modalidad. De esa embarcación ya hablaré detenidamente en otra ocasión porque es una opción recomendada para mujeres que han pasado un cáncer de mama por su efectos positivos en el brazo operado y me gustaría explicarlo con detalle a otras mujeres como una posibilidad espectacular para mejorar la movilidad y la fuerza del brazo operado. Ese es otro reto pendiente, conseguir que en Sevilla haya un equipo de Dragón Boat formado por mujeres supervivientes de cáncer de mama, ya que hay competiciones específicas para nosotras. Por el momento no hay mujeres en Sevilla, así que sigo con el remo en mi equipo mixto del Club Piragüismo Triana, único club en esta ciudad que dispone de un equipo de esta modalidad. ¡¡ Mujeres de Sevilla supervivientes de cáncer de mama, animarse a dar paladas de vida¡¡ Contra lo que me dice mi oncóloga hay estudios que confirman y prueban que la realización de este deporte mejora el pronóstico de pacientes oncológicas. Así he podido ver competir a mujeres Americanas, italianas, canadienses y de otros países. En España ya hay varios equipos pero me encantaría llegar a conocer que hay un equipo en cada ciudad con mar o río en el que mujeres guerrilleras disfrutamos y luchamos por recuperar nuestra autoestima. El volver a remar de nuevo, a pesar de la intervención tan radical para el brazo supone un afán de superación de límites que en principio te cuentan como imposibles.
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