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Inicio de un verano inolvidable. Viaje a Alicante.
Era ya verano, y tenía unas ganas de hacer muchas cosas, de viajar con mi familia, con amigos y no parar. De momento, seguía sin molestias ni efectos secundarios de la quimioterapia así que mi bienestar físico y mis ganas de beberme los días hicieron que planease un verano de ajetreo imparable. Sin embargo, los primeros efectos de la quimio aparecieron durante el viaje.
Los primeros días de Julio me fui con mi novio a Alicante, ciudad en la que vive mi hermana Aurora y mis sobrinas Irene y Aitana. En este periodo quería que mi familia pudiera ver en primera persona lo bien que me encontraba, que era feliz a pesar de estar inmersa en pleno tratamiento de esta enfermedad. No tengo hijos, así que mis sobrinos son mis “casi hijos” a los que adoro y amo por encima de todas las cosas. Quería transmitirle a ellos la experiencia de que la vida te puede dar envestidas, y que la actitud es determinante para afrontarlas.
Pasé una semana en Alicante y alrededores en la que no paré ni un día. Estuvimos todos los días de un lado para otro y visitamos no sólo la ciudad de Alicante sino que fuimos a Altea, un pueblo costero precioso, a Guadalest, una joya que no conocía y que después de esa primera visita he vuelto a repetir porque me parece un pueblo encantador. Tuvimos nuestros momentos de risas porque en Altea, un pueblo con mil cuestas y mil escalones, me caí al suelo y no me podía ni levantar. La quimio me estaba inflando y el volumen que adquirió mi cuerpo con tanto tratamiento y corticoides era algo exagerado, así que mover desde el suelo tanto cuerpo no era tarea fácil. Pero lo afrontamos con humor.
Si recuerdo que en varias ocasiones durante ese viaje me dieron varios momentos de escalofríos y mal cuerpo, porque uno de los efectos de la quimioterapia es la diarrea. Jamás me ha gustado utilizar baños públicos y en esta ocasión no iba a cambiar de idea, así que durante este viaje tuve episodios de aguantarme unas ganas horrible hasta llegar a casa.
Una vez en casa empecé a experimentar calambres en los pies, chillaba y todos nos reíamos de lo exagerada que era. La verdad es que era una sensación muy rara, eran como descargas eléctricas en los pies y al no estar acostumbrada me asustaba y me quejaba. Al mismo tiempo que me quejaba me reía de la situación así que todos se reían de mis calambres.
Desde ese verano de tratamiento, mis pies han sufrido un cambio notable, y tuve que pasar de usar zapatos con taconazos a zapatos bajos y muchos más cómodos. Desde siempre me gustaron los tacones y los he usado a diario. Creí que este cambio de no poder soportar los tacones sería únicamente durante el tratamiento de la quimioterapia, pero ya han pasado casi dos años desde mi última quimio y yo cada día estoy peor con los pies. Tenía una colección inmensa de tacones y hace unos meses los regalé todos. He sido una enamorada de los zapatos y siempre he tenido muchos. Ahora me siguen gustando los tacones pero mi realidad me obliga a usar unos zapatos que jamás me hubiera comprado. También he de decir que durante el tratamiento de quimio puse 22kgs, de los que aún conservo 20. Dolores de huesos y 20 Kg de más hacen imposible lucir unos zapatos al estilo Inma.
Ahora voy con mis zapatos de cuña o un tacón muy ancho que no es para nada mi estilo, pero la realidad de mi enfermedad es esa y no la puedo cambiar. Si me miro al espejo veo a una persona radicalmente distinta a la que era antes, pero de eso ya hablaré en otra ocasión. Y aunque me tomé todo con mucha entereza el ver mi cuerpo tal y cómo está ahora hace que en ocasiones me cabree por lo que era antes de todo esto y comprobar lo que soy ahora a nivel físico.
Uno de los días de mi viaje fui a las Fons de Algar, unas piscinas naturales en plena montaña que son para alucinar. No me iba a detener mi picc, ya que mi protector de picc (cover picc)me permitió disfrutar del agua en esas piscinas en mitad de la montaña, en un lugar inigualable.Sigo recordando ese día con una sonrisa, por lo bien que lo pasé y porque compartí ese día con quien realmente quiero.
Para evitar el sol, ya que el sol está contraindicado con quimio, me compréun sombrero tipo pamela y unas gafas muy grandes de sol, así que parecía que iba de diva por la vida, ja ja. Siempre me acompañaba mi protección solar, especializada e hidratante, para ir 100% protegida. Además, durante todo el verano llevé una venda que tapaba mi picc, una venda normal y típica de color beige, elástica para tenerlo protegido y que no se moviera. Esa venda es realmente fea y hay gente indiscreta que te mira.
A pesar de todo -el picc, la venda, los calambres en los pies nocturnos, y los escalofríos- nunca se me quitaron las ganas de salir y de divertirme. Este viaje, fue el primero de un verano inolvidable, verano que recordaré en mi mente como uno de los mejores que he podido vivir y sin duda el mejor que he vivido en muchísimos años. El verano en el que cada día sentía al despertar que era una afortunada a quien el destino le regalaba 24 horas para ser feliz.
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