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Yo, con la cabeza agachada porque no era capaz de mantenerme recta por el mareo que padecía pensaba en mi interior: ojalá estuviera así por una simple prueba; cuando te cuente la película te vas a asombrar; esto es difícil incluso de contar a quien te quiere. Tuvieron que pasar unos minutos para que mi cuerpo se recuperara y volviera a la normalidad que se puede tener tras saber que tienes cáncer. Cuando pasé esos primeros horribles minutos pude contestarle:
-No, no es eso, la prueba en sí no es nada, no es molesta ni aparatosa, es que... a ver cómo te digo yo esto...- Bueno mejor no andarme con rodeos y decirlo tal y como me lo han dicho a mí, sin dudas ni contemplaciones.- Es que, el médico me ha dicho que tengo cáncer de mama.- Así, sin más y sin anestesia.- Por eso estoy así.
En esta ocasión mi reacción estaba más que justificada. Esta era la última noticia que podría esperar. La cara de mi hermana era un poema, las facciones le cambiaron radicalmente y pude ver el horror reflejado en su rostro. Minutos después, cuando pude levantarme de los escalones, dimos un paseo para poder ir asimilando el diagnóstico tan inesperado, y decidimos llamar al resto de hermanos, así como acordar que en principio esto no podría ser conocido por mi madre.
Escondiendo la verdad
Ella tenía entonces 80 años y preferimos esconder esta circunstancia el mayor tiempo posible. Pero esta enfermedad no se puede esconder, sus efectos secundarios tan radicales son visibles y sabía que la caída del pelo sería algo inevitable, pero quería retrasar su sufrimiento todo el tiempo que fuese posible.
Intenté desesperadamente localizar a mi novio sin lograrlo porque ese día estaba en una conferencia. Parece ser que, cuando necesitas más a alguien se complica su búsqueda. No pude hablar con él hasta pasadas al menos cuatro horas, cuatro horas interminables en las que necesitaba contarle lo sucedido.
En cuanto descolgó el teléfono le dije: tengo que contarte una cosa y él a su vez me dijo: tengo una sorpresa para ti. Decidí ser yo la que hablara antes porque esa noticia me quemaba por dentro y necesitaba expulsarla. Se quedó sin palabras y me preguntó si era verdad o si se trataba de una de mis bromas. Yo estoy siempre bromeando, pero sobre esta cuestión tan vital jamás haría una broma tan de mal gusto y macabra. Se quedó como si hubiese sido noqueado y no daba crédito a mis palabras. Me dijo:
- La sorpresa entonces me la has dado tú.- De todos modos, le dije.- Dime tu sorpresa, que, aunque no será tan impactante como la mía, quiero oírla.- Hoy era el día de las sorpresas.
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida (tarareo la canción).
Era jueves, me acuerdo perfectamente, será un día imborrable en mi mente. Su sorpresa era nada más y menos que irnos ese mismo sábado a Madrid a ver el Rey León, espectáculo que quería ver desde hacía tiempo. Me dijo que, siendo tan próximo, sólo en dos días, no íbamos a ir porque pensaba que no era el momento oportuno. Pero repliqué y le dije que era el momento idóneo, era algo que había deseado hacer y no sabía si en el futuro iba a poder hacerlo, en esos primeros momentos es todo tan incierto, no sabes que será de ti en el futuro y te acecha el miedo a no saber cuánto te queda por vivir, creo que ese es un pensamiento inevitable ligado a la noticia del diagnóstico del cáncer.
Mi decision fial
En ese momento saqué fuerzas y decidí que el tiempo que me quedase de vida, fuese mucho o poco, iba a disfrutarlo y no iba a malgastarlo martirizándome por una situación que es ajena a tu voluntad y que no puedes controlar ni solucionar por tus propios medios, lo único que puedes decidir es cómo afrontar esta realidad, si quieres afrontarla de forma positiva o si quieres estar amargado, además de enfermo.
El sábado por la mañana y momentos antes de irme a Madrid, pasé por casa de mi madre, y me preocupé al verla acostada, ya que ella es muy madrugadora, pero eran al menos las 9:30 y seguía en la cama, era una situación alarmante. Le pregunté y me contestó que se encontraba mal, que llevaba varios días muy resfriada y que estaba muy cansada. Llamé inmediatamente a mis hermanos para informarles, ya que yo me iba de viaje y no podía atenderla.
Llegamos a Madrid, paseamos y disfrutamos del día sin hacer mención a mi nueva situación, quería disfrutar y no quería pensar en ello, quería distraerme y no obsesionarme con la enfermedad, solo quería vivir el momento. Me sumergí en el espectáculo y disfruté del mismo, quería olvidar la realidad que se me avecinaba. Pero lógicamente me venían continuos flashes de lo que me quedaba por vivir, pero intenté distraerme, además no quería que mi novio me viese angustiada. Supongo que él estaría como yo, ocultando sus miedos y comportándose de manera que no mostrase su preocupación.
Cuando terminó el espectáculo decidí llamar a mis hermanos para ver cómo estaba mi madre, quería saber cómo estaba antes de irme a cenar y pasar un rato agradable antes de irnos al hotel. Pero las malas noticias se tornaron sobre mí, y me informaron que mi madre estaba hospitalizada con neumonía.
Empecé a llorar desconsoladamente en mitad de la Gran Vía, frente a las puertas del teatro, rodeada de multitud de personas, esto ya era demasiado para mí, no podía soportar tanta presión en tan poco tiempo, en solo dos días. Parecía que mi mundo se desmoronaba. La ansiedad se apoderó de mí y sabía que podía pasar ni un segundo más en Madrid, sería imposible dormir pensando en mi madre y yo tan lejos. Necesitaba llegar lo antes posible a Sevilla, quería ver a mi madre ya, y el viaje se me presentaba interminable.
Le pedí a mi novio que nos diésemos la paliza y volver directamente a Sevilla. Tuve la suerte de decidir irnos a Madrid en coche esa mañana y no dependíamos de ningún otro medio de transporte así que nada más salir del espectáculo cogimos el camino de vuelta a casa. Seguía llorando sin consuelo porque esto ya se me escapaba de mis manos.
Yo con cáncer y mi madre ingresada, esto era demasiado para digerirlo. Creo recordar que apenas dormí porque la situación era preocupante y no podía hacer nada por solucionarlo. Nada más levantarme fui al hospital a ver a mi madre, necesitaba ver cómo estaba y entonces pensaba que el destino no podía arrebatármela en esos momentos, ya era suficiente con mi nueva situación.
Pasé una semana con ella en el hospital, y no podía contarle nada de lo que me pasaba, así que la situación era desesperante. Y muy estresante. Como guinda del momento, y estando yo sola con mi madre en la habitación me pidió que la acompañase al baño, pero no llegamos al baño porque se desmayó por el camino y no reaccionaba, tenía el rostro desencajado y sus manos se engarrotaron.
Empecé a chillar y a pedir socorro porque el pánico se apoderó de mí. Pensé que se moría en ese mismo instante. Ya no podía más. Estaba viviendo una película de terror y yo estaba siendo su protagonista. Pero pronto acudieron las enfermeras y lograron estabilizarla y a los pocos días volvimos a casa.
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