El día de la verdad. Tenía cáncer. (III)

visita al ginecólogo

Un día cualquiera, y después de notar un bulto en el pecho, decido pedir consulta y el mismo día de mi visita al ginecólogo a través de la realización de una mamografía y una ecografía, tuve el diagnostico de forma fugaz, instantáneo. En un mismo día tuve la suerte de ir a consulta y conocer la existencia de esta enfermedad. Me acuerdo perfectamente de que ese día fui al ginecólogo muy tranquila, con la convicción de que no tenía nada preocupante, que sería un simple quiste en la mama, ya que anteriormente había tenido uno y me lo habían extirpado sin incidencia alguna. Siempre suelo ir sola a las consultas, pero ese día mi hermana Mari Valle insistió en acompañarme, a pesar de que le dije que no hacía falta, que era una prueba rutinaria. Yo siempre he sido muy independiente y voy sola a las consultas médicas, porque jamás pensé que algo grave me podía ocurrir. En esta ocasión, parece que el destino fuese cómplice conmigo en un momento tan espinoso de mi vida, e hizo que ella me acompañara.

Descubrimiento del cáncer

A los segundos de empezar la ecografía el doctor me miró de frente y me dijo sin más: esto es cáncer. Sus palabras sonaron en mi cabeza como una bomba nuclear. Entiendo que para él esta enfermedad es algo ordinario y rutinario, pero desde luego para quien no lo espera y se cree inmune, es como un jarro de agua fría. Lo tuvo tan claro que solo tuvieron que pasar unos segundos para saber con certeza de qué se trataba. No tuvo palabras de ánimo ni apoyo, fue tajante y frío en sus palabras, únicamente se limitó a informarme del diagnóstico. En ese mismo instante me dio una bajada de tensión, me mareé y empecé a sudar, me faltaba el aire y pensé que mi mundo se hundía. ¿Cómo?, pensé, si soy la peor enferma del mundo, esto no lo voy a poder soportar. Los primeros minutos fueron desesperantes y angustiantes y la incertidumbre se apoderó de mí. Empecé a respirar profundamente y pensaba que esto no me podía estar pasando a mí, parecía que fuese irreal, que estuviese en medio de un mal sueño, mejor dicho, de una pesadilla. El mareo que estaba sufriendo no me dejaba pensar con claridad y era todo borroso.

Nada más salir, pude ver a mi hermana, ella estaba esperándome en la sala de espera, ignorante de la terrible noticia que acababa de recibir, y yo, aún muy mareada, casi sin poder andar ni articular palabra le dije que necesitaba salir a la calle. Dios mío ¿cómo le cuento yo esto? Sino puedo casi ni andar. Salí de la consulta y recuerdo perfectamente que me senté en los escalones de acceso a ella, en plena calle. Necesitaba que me diese el aire frío en la cara, respiraba con dificultad, cogía aire profundamente para intentar relajarme, el calor que tenía era sofocante. Mi hermana asombrada a pesar de conocer mis miedos a las pruebas médicas y mi terror a las consultas extraordinarias me dijo:

-          Por favor ¿te pones así por haberte hecho una simple ecografía? Mira que eres exagerada.

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