Mi segunda sesión de quimio (XII)

Dos días después de salir del hospital era mi segunda sesión de quimio y temía que a pesar de haber estado ingresada para subir mis defensas, éstas no estarían en situación óptima para recibir mi segundo tratamiento. Muchos pacientes oncológicos suelen comentar que le han tenido que retrasar el tratamiento por las defensas bajas y eso genera miedo. Se te pasa por la mente; Si me van a retrasar el tratamiento unos días ¿que pasa durante ese tiempo con las celulas cancerígenas? Si el tratamiento oncológico está diseñado para destruirlas ¿Qué ocurre mientras no hay tratamiento que las aniquile? Si algo he aprendido con esta enfermedad es a comprobar que la mente nos lleva a sufrir en vano por cosas que jamás van a pasar. El poder de la mente es extraordinario, tanto para llevarte a cumplir metas inalcanzable, como para llevarte a los infiernos.

En mi caso no le dí muchas vueltas. Había disfrutado cada segundo de esa feria. En primer lugar porque me sentía fuerte frente a la enfermedad y frente a los tratamientos. Temí tanto los posibles efectos secundarios de la quimio que pensé serían terribles e insoportables y la realidad me había mostrado otra cara menos terrorífica de la quimio. Había pasado ese primer tratamiento como si me hubieran dado agua, salvo por el pelo, claro que no me quedaba ni uno en la cabeza, y por la sequedad en la piel que se hizo patente desde el inicio del tratamiento y que luego me llevó a efectos más insoportables. No sólo me sentía fuerte, paradojicamente me sentía muy VIVA y con muchas ganas de comerme cada día. Ahora esa feria se me presentaba como algo extraordinario. Supongo que cada uno vivimos la enfermedad de forma muy diferente y personal. Yo no se que va a pasarme en el futuro y en lugar de angustiarme por un mañana incierto yo vivo intensamente cada día y lo disfruto al máximo. Así que no me arrepiento de como viví esa feria, quizás si me pasara de nuevo actuaría del mismo modo. Luego tuve que asumir las consecuencias de las cosas que hago así que yo tuve que pasar por el hospital por haberme pasado de la raya pero yo soy así de in,tensa. Si algo me gusta lo saboreo al máximo sin pensar mucho en ese momento que pasará después.

De todos modos empecé a ser consciente de los peligros que supone la quimio y a concienciarme que tenía que cuidarme y no hacer excesos si quería que el tratamiento no se demorara por mis locuras. Quien me conozca sabrá que yo soy así, un poco loca y divertida, a la que le encantan las fiestas y salir con sus amigos y esta locura también ha estado presente durante la enfermedad, así que este ingreso tampoco me sirvió de escarmiento y durante toda la quimio seguí disfrutanto sin pensar en mis defensas ni en los tratamientos.

Llegó el día de mi segunda quimio.

En esta ocasión sí que iba un poco nerviosa por la incertidumbre de si podría o no recibir la sesión de tratamiento, estuve impaciente esperando en esa sala de espera que siempre está abarrotada, lugar en el que siempre pasas mucho tiempo porque el retraso en la cita con el oncólogo forma parte de la cotidianidad de esta enfermedad. Este día se convierte para el enfermo en un día crucial porque es cuando tienes noticias acerca de cómo va respondiendo el tratamiento, de comprobar si va todo según lo esperado o no, si la quimioterapia está haciendo el efecto esperado o si por el contrario tu alien es tan agresivo que la quimio no puede con él. Este día de cita con el oncólogo y día de tratamiento de quimio, era el momento en que yo era más consciente de que esta enfermedad formaba parte de mi vida.

Estar en esa sala y mirar a tu alrededor era como recibir una bofetada de cruda realidad que te pone delante la enfermedad y su extraordinaria magnitud. No hace falta observar mucho y con una sola mirada puedes ver a demasiada gente, personas que como tú están viviendo esta experiencia. Es algo que si eres algo sensible te impacta. Si detienes tu mirada puedes ver muchos rostros tristes, miradas apagadas y cuerpos deteriorados por estos tratamientos tan agresivos, mujeres con pañuelos. Este día no tienes más remedio que pensar en enfrentarte con tu realidad y con la realidad de muchas personas que comparten contigo sala de espera y esta terrible enfermedad.

Supongo que todos y cada uno de los enfermos que pasamos por esta enfermedad tenemos los mismos pensamientos; la incertidumbre de qué pasará en el futuro es algo que no puedes evitar. La muerte es una opción que se te planta de frente, y creo que esta opción la pensamos todos los que nos encontramos en esta circunstancia. Creo que la conexión entre cáncer y muerte es un pensamiento que se nos presenta a todo enfermo. Este pensamiento no lo transmitimos en la mayoría de los casos a nuestros seres queridos por evitarle sufrimiento. Esta actitud de no expresar tus peores pensamientos es recíproco. Sé que mi familia sufría y estaban preocupados por mi enfermedad, pero jamás me lo dijeron por no perjudicarme.

Esta es la realidad del enfermo, la incertidumbre, el miedo a morir, pero también hay pensamientos de esperanza, de ganas de luchar, de vivir y de disfrutar. Yo decidí que la enfermedad no fuese la protagonista de mi vida, pensé que si me obsesionaba al final no iba a poder disfrutar ni un solo día, no dejé que los pensamientos pesimistas me invadieran, sí es cierto que aparecieron de vez en cuando pero no permití que perturbaran mi día a día. Si en estos instantes desconozco mi futuro y no sé cuánto me queda por vivir, ¿no sería una pérdida de tiempo lamentarme y amargarme por una situación que se escapa a mi control? Me niego a malgastar ni un sólo día del resto de mi vida porque ahora cada día tiene un valor muy preciado. Ahora veo mi vida como si fuera estuviera metida en un reloj de arena y lejos de angustiarme porque se vaya escapando poco a poco miro cada grano de arena como una oportunidad para disfrutar y saborearlo como nunca antes lo había hecho.

Sin hacer esfuerzos, de forma natural, empecé a vivir como si el cáncer no existiera, como si estuviese sana, porque jamás me sentí enferma, salvo los días de quimio en los que de forma obligada pasaba muchas horas en el hospital. Saboreaba cada día y lo disfrutaba de forma mas intensa que lo habitual porque no sabía el tiempo que me quedaba. Esta es la experiencia que te ha tocado vivir, tú no la decides, sólo la asumes y la aceptas y te enfrentas a ella como mejor puedes porque aunque no puedes controlar tu enfermedad sí tienes plena libertad para decidir cómo quieres afrontarla. Ahí radica la gran diferencia en cómo esa enfermedad pasará por tu vida. La actitud ante el cáncer es la medida esencial según la cual tu enfermedad te llevará a vivir una situación horrible e insoportable o por el contrario te llevará a un período de tu vida en el que, a pesar de todos los momentos que has de pasar en hospitales, sabes sacar lo positivo de la situación y compruebas que tienes una fortaleza que jamás conociste y te sorprendes al ver una nueva versión de ti. Una versión mejorada.

Me llamaron para entrar en la consulta del oncólogo y me puse muy contenta cuando me informó que mis analisis estaban muy bien, y que mis defensas estaban en niveles óptimos para recibir mi segunda quimio. Empezé a sonreir y a darle las gracias a mi cuerpo que se estaba portando de forma espartana. Mi positividad se subió dos o tres puntos más. Después de mis locuras, mi cuerpo había respondido genial y de nuevo estaba preparado para recibir una segunda sesión de tratamiento. Decidí omitir al óncologo mis sesiones de feria, para evitar su sermón, y el de mi hermano, que venía conmigo. Es el mayor y siempre me sermonea cuando hago locuras, a pesar de que ya tengo 47 años, si llego a hacer mención del episodio feria no solo tendría la charla del oncólogo sino también la tendría nuevamente de mi hermano. Opté por informar que me tuvieron que ingresar porque tuve placas ocasionadas por tanto frío, pero obviamente, la feria no apareció en mi relato. Esa feria se ha quedado grabada en mi mente y en la de mis amig@s que pudieron comprobar que cada cuerpo es un mundo y que un mismo tratamiento puede sentar de forma muy diferente en cada persona. Yo me sentía afortunada. Tenía cancer, esa era mi realidad, pero lo estaba llevando muy bien y hasta el momento estaba teniendo una buena calidad de vida. El picc en el brazo era lo que más me incomodaba pero como encontré un protector impermeable para poder bañarme, al menos se me hacía más llevadero.

Lo importante es que salí victoriosa de esta primera incidencia durante la enfermedad y entraba a la unidad de día con una sonrisa y una positividad extraordinaria. La unidad de día es la sala en la que te administran los tratamientos de quimioterapia; Entré motivada y sobretodo y soprendentemente tranquila. Estas noticias tan alentadoras sumadas al hecho de que mi primera sesión de quimio fue muy llevadera hicieron que la segunda quimio pasara como la que se sienta en un sillón y se pone a hablar con un amigo de sus cosas. Me acompañaba en esta segunda sesión mi novio, esta sería la última vez que iría a la quimio con alguien, me sentía tan relajada en las sesiones que decidí ir sola el resto de ocasiones para evitar que nadie faltase al trabajo por mis tratamientos. Cierto es que siempre en la consulta con el oncólogo venía mi hermano conmigo y durante el tratamiento de quimio venía un par de veces a ver como me encontraba, ya que él trabaja en ese mismo hospital, Hospital de Valme, para ser exactos.

Quería además transmitir a mi familia y amigos tranquilidad, no porque yo ocultara una realidad de tristeza y preocupación personal, es que realmente yo me sentía tranquila y con mucha fuerza. El que vinieran conmigo a la quimio no lo veía necesario porque iba muy relajada, Iba y venía en mi coche hasta las sesiones y eso además me provocaba seguridad en mí misma. También he de decir que siempre he visto a los pacientes acompañados de familiares y creo recordar que jamas ví a ningún paciente solo en la unidad de día pero en mi caso no sentí necesario cuando comprobé en las dos primeras sesiones que para mí estar sentada en ese sillón durante horas no me ocasionaba niguna sensación inquietante. Me dedicaba a hablar con los demás pacientes más cercanos a mi sillón, a leer o a escuchar música, según lo que me apeteciera en cada momento. Cada sesíon te da lugar a hacer varias cosas ya que son unas cuantas horas las que tienes que estar sentada, así que yo aprovechaba las horas de tratamiento en ese sillón naranja para. Ese sillón que yo había visualizado durante mis primeras vivencias con la enfermedad como un sillón de tortura, como algo terrible por lo que tendría que pasar nada más y menos que 8 veces convirtió en un aliado, empezé a sentirlo como como el sillón que me daba vida y eso fué determinante para que fuese a mi cita para recibir mi tratamientos cada 21 días contenta y positiva. Sentía el tratamiento como si mi cuerpo se recargara con una batería, el simil es muy realista ya que yo tenía el picc insertado en el brazo y literalmente me enganchaban a la máquina que me suministraba la dosis de tratamiento. Ahora que miro hacia atrás en el tiempo compruebo que mi mente hizo un trabajo sobresaliente y cada cosa que en principio y por desconomiento me llevó a sufrir pensando en algo terrible fue cambiando para buscar siempre el lado positivo y aceptar esta realidad viviendola y normalizandola como algo inherente a mi vida actual. No digo que vivir con cáncer sea facil. Pero sí que es posible VIVIR de una forma muy aceptable con esta enfermedad y en mi caso con mucha alegría y con muchas ganas de hacer mil planes y cosas.

Comentarios (0)

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso.